¿Aún queda algo por descubrir en una industria milenaría como es la de la joyería? ¿No está todo inventado ya? Quiero pensar que, con los cambios que está sufriendo nuestro sector, ningún profesional de nuestro gremio puede pensar esto. La realidad es que la industria de la joyería, como cualquier otra, ha experimentado una transformación muy profunda a lo largo de las últimas décadas y esta vorágine de cambio no va a hacer más que acelerarse en las décadas venideras.
Soy José Francisco Alfaya, impulsor de 925lab, y te confirmo que no sólo va a ser posible manufacturar joyas de oro de 18 quilates que pesen cinco veces menos que las que se producen con la aleación tradicional, sino que en algunos casos van a pesar hasta diez veces menos. ¿Brujería? ¿Alquimia? En absoluto. Ciencia. Innovación en estado puro.
Reinventando el oro de 18 quilates
Como sabes, el oro de 18 quilates cuenta con un 75% de oro puro. El otro 25%, la «liga» de la aleación (que sirve para proporcionar mayor tenacidad a un metal tan blando como el oro), está compuesta por otros metales. En consecuencia, alterando la liga podemos variar de forma sustancial el resultado final. Nada que vaya a sorprenderte, así se obtiene el oro de distintos colores: blanco, rosa, etc.
La realidad es que tanto dentro como fuera de nuestra industria se siguen explorando posibilidades y hoy vamos a hablar acerca de una de esas innovaciones que provienen de fuera de la industria. En concreto, de un prestigioso centro de investigación helvético: ETH Zúrich.
Sobre estas líneas tienes una pepita de oro de 20 quilates que está flotando sobre la espuma de un capuccino. Sí, sí, sin hundirse.
¿Te estás preguntando cómo es posible? Se trata de un aerogel mil veces más ligero que el oro en su forma convencional, creado en 2015 por un equipo de científicos liderados por Raffaele Mezzenga. Esta «espuma» de oro solidificada, formada por 98 partes de aire y dos de materia sólida (más del 80% micropartículas de oro y el resto fibrillas de proteína de leche), era demasiado inestable y no se podía trabajar. Sin embargo, ha servido de punto de partida sobre el que continuar avanzando para alcanzar un nuevo hito. Por cierto, si quieres profundizar más sobre esta curiosa espuma de oro puedes hacerlo en este artículo publicado en la web corporativa de ETH: «A new form of real gold, almost as light as air».
El investigador del ETH Zurich Leonie van ’t Hag, que trabajó bajo la dirección de Raffaele Mezzenga, ha reemplazado el metal de la liga por fibras de proteína y látex polimérico para conformar una matriz en la que se integran discos muy finos de nanocristales de oro. ¿Resultado? Una reducción del peso de cinco a diez veces.
¿Tienes curiosidad sobre este proceso? Lo detallo a continuación (si no es así, te recomiendo que pases al párrafo siguiente): Leonie van ’t Hag ha obtenido estos resultados mezclando los ingredientes mencionados en agua y creando una dispersión. Tras añadir sal para convertir esta dispersión en un gel el agua es reemplazada por alcohol. Este gel de alcohol se introduce en una cámara de presión, en la que se somete a altas presiones y una atmósfera supercrítica de CO2 que hace posible la miscibilidad del alcohol y el CO2. En el momento en que se libera la presión, se convierte en un gel asimilable a una telaraña. A partir de aquí se aplica calor para recocer los polímeros plásticos, transformando el material y compactándolo en la forma deseada.
Este oro tiene propiedades similares al plástico, pero su brillo es propio de lo que es: oro de 18 quilates. Puede pulirse y conformarse en la forma que se desee, y su temperatura de fusión desciende desde los 1064º hasta los 105º. Fíjate en cómo reacciona una «pepita» de este oro en el vídeo insertado a continuación (por cierto, la foto de cabecera es gentileza de Peter Rüegg – ETH Zurich):
Más detalles técnicos en este artículo publicado en la web corporativa del ETH Zurich: «An 18-carat gold nugget made of plastic».
Y ahora la pregunta del millón: ¿qué cabe esperar?
La innovación es oro
Todo esto suena a ciencia ficción, lo sé. Lo que ha hecho el equipo del ETH Zurich es, en última instancia, combinar oro con… ¡plástico! Gran parte de la reducción del peso se debe a que este oro contiene cámaras de aire invisibles para el ojo humano.
Piensa que una aleación tradicional de oro de 18 quilates pesa aproximadamente 15 gramos por centímetro cúbico. En consecuencia, las piezas de joyería voluminosas resultan incómodas por su elevado peso. Ahora bien, ¿qué ocurriría si pudieses emplear una aleación de oro de 18 quilates que pesase 1,7 g/cm3? Es decir, que permitiese reducir el peso del oro de 5 a 10 veces. ¿Qué posibilidades ofrecería algo así? ¿Qué efectos podría tener semejante reducción del peso?
Está claro que esta aleación de oro ni va a estar al alcance de cualquiera ni va a ser apta para mentes conservadoras porque el binomio oro+plástico resulta demasiado rupturista. Sin embargo, estoy convencido de que vamos a verlo aplicado a la relojería, en la que el peso juega un papel importante, y no me sorpendería que se apueste por incidir en aspectos medioambientales. Algo del estilo… «oro responsable elaborado con partículas plásticas rescatadas mediante la limpieza de nuestros océanos». Considerando que los plásticos pueden tardar desde 150 a 1000 años en degradarse, no parece que la durabilidad vaya a ser un gran problema. Tampoco me sorprendería verlo aplicado a otros productos de gran lujo… ¿qué tal una montura para gafas?
Además, aún queda mucho por explorar. Por ejemplo:
- La dureza de este material puede variarse alterando la composición; así, el látex polimérico, por ejemplo, podría sustituirse por otros plásticos, como el polipropileno. Puesto que el propileno se hace líquido a una temperatura determinada, el «oro plástico» hecho con él puede comportarse de forma similar al oro fundido, aunque a temperaturas mucho más bajas.
- Modificar la forma de las nanopartículas ocasionaría cambios de color; de esta forma, optar por partículas esféricas daría un ligero tono violeta al tradicional color dorado del oro.
Más allá de lo anecdótico -o no- de este caso de innovación que he compartido contigo, en lo que quiero hacer hincapié -y mucho- es en que todo está cambiando: aspectos culturales y socio-económicos (que tienen efectos en los patrones de consumo de joyería), nuestro sistema productivo (la revolución digital ha venido para quedarse), los canales de distribución (el retail se encuentra en plena reinvención), etc. Para prosperar en un entorno tan cambiante es más importante que nunca tener capacidad de anticiparse a los cambios que se avecinan (de ahí el interés del curso online «El futuro de la joyería en el canal retail: claves para triunfar en el S. XXI»).
Quizás suene manido, pero es así: la innovación es oro. Al menos, cuando se traduce en ventajas competitivas. Si esto te parece interesante, si quieres estar al tanto de lo que viene… suscríbete ya mismo a nuestro boletín gratuito, como han hecho ya cientos de profesionales del sector: newsletter de 925lab.
Juan Antonio Borja Luna dice
Hola,
Según dices, puede ser parecido al electroforming, lo que no ha tenido éxito en el mercado internacional.
Atte. J.A. Borja
José Francisco Alfaya dice
¡Hola Juan Antonio!
Ante todo muchas gracias por tu observación.
Ten en cuenta que mediante electroforming lo que se hace es aplicar un recubrimiento sobre un núcleo (que puede mantenerse, o no). Así, podemos identificar con facilidad capas claramente diferenciadas.
Por el contrario, en el caso que expongo nos encontramos con una distribución homogénea de los materiales que componen la aleación. En consecuencia, nada que ver con el electroforming.
Confío en haber aclarado este punto, gracias de nuevo por tu comentario.
Un saludo 🙂