Hace no demasiado me comentaba un colega del sector que cada vez hay menos rigor al hacer alusión a la joyería. Parece que en España se le puede llamar «joya» a cualquier cosa y se trata de una práctica no exenta de riesgos. De hecho, poco después ambos leímos un artículo publicado en un medio de comunicación especializado en nuestra industria en el que, una vez más, se denominaba «joyería» a artículos que con total claridad no lo eran.
Soy José Francisco Alfaya, impulsor de 925lab, y me gustaría plantearte algunas cuestiones sobre este asunto. Más que nada por saber cómo lo ves. Por tanto, voy a dividir este artículo en tres partes:
- La primera, dedicada al concepto de joya.
- La segunda, a la diferencia entre bisutería y joyería.
- Y la tercera, a plantear algunas preguntas abiertas al sector.
Para los dos primeros apartados voy a rescatar dos publicaciones que realicé en el foro de la Asociación Joyas de Autor, un espacio consagrado a abordar temas tan interesantes como éste. No pretendo sentar cátedra, el concepto de joya es un tanto líquido… pero la legislación en vigor no lo es y determina con total claridad qué son los objetos fabricados con metales preciosos y qué información debe proporcionarse sobre ellos a la hora de comercializarlos (marcado, etiquetado, presentación y publicidad).
Aclarado todo lo anterior, comencemos. ¿Te parece? Pues adelante.
¿Qué es una joya?
Ofrecer cierto contexto sobre la evolución del concepto de joya debería resultar útil para comprender mejor el concepto contemporáneo de joya.
En 2013 tuve ocasión de entrevistar al joyero ruso Aleksei Sigaev. Me dijo algo a lo que le he dado muchas vueltas: «Al crear me gusta pensar en aquellos tiempos en los que nada se hacía sin un fin utilitario práctico. Inicialmente no se hacía nada sin un propósito y cada pieza de joyería era un signo de poder, una recompensa, un símbolo religioso sagrado o un amuleto. Era una pieza totalmente funcional: un arma, un recipiente, un objeto útil para la vida cotidiana, pero decorado con gemas y metales».
Una joya es un objeto. Un objeto con un fin material (ornamento corporal) y simbólico (que puede ser puramente subjetivo, como un «anillo de la suerte», u objetivo, como un anillo cardenalicio). Es necesario hacer cierto énfasis en la dimensión simbólica del objeto porque se verá condicionado por el contexto en que se vaya a utilizar. Me explico. Unas dormilonas pueden usarse 24 horas al día y casi en cualquier situación, pero una tiara de oro blanco cuajada de diamantes, no. En cualquier caso, la ergonomía de la joya importa (si no se puede vestir… no es joya).
Además de un uso concreto (adorno para el cuerpo), si hay un hilo conductor a lo largo de la historia de la humanidad yo diría que son los materiales para su construcción. De ser así, ¿qué tendrían en común?
Lo cierto es que el listado de materiales con los que se han construido joyas a lo largo de la historia es interminable:
- Por una parte tenemos materiales orgánicos: garras, pieles, cuernos, plumas, pelo, huesos, dientes (incluso de seres humanos), conchas (para camafeos, por ejemplo), fibras vegetales (como el “capim dourado”) y maderas, las llamadas «gemas orgánicas» (ámbar, azabache, carey, coral, marfil, nácar, perlas, etc.), seda, semillas (como la tagua), etc.
- Por otra parte, materiales inorgánicos: metales, piedras naturales y sintéticas (terrestres y extraterrestres como los meteoritos), porcelanas, textiles y pigmentos (por ejemplo, lienzos y pinturas), vidrios, etc.
René Lalique, padre de la joyería moderna para muchos, fue capaz de poner los materiales al servicio de su creatividad (y no al revés). El vidrio y muchas piedras en desuso (amatista, ópalos, etc.) se convirtieron en sus mejores aliadas, en combinación con los esmaltes. Sin embargo, no tenemos que remontarnos demasiado en el tiempo -basta con irnos al S.XIX- para encontrar piezas de joyería que podrían parecernos atípicas: joyería realizada con cabello humano, con animales disecados (¿preferís una pata o una cabeza de ave?), con elementos pictóricos…
Como preguntaba antes, ¿qué tienen en común la inmensa mayoría de los materiales mencionados? Yo diría que tres características, que son las mismas que presentan las gemas: belleza, rareza y durabilidad.
En definitiva, materiales con un valor extraordinario en un momento histórico y en un contexto socio-cultural determinado. Esto es muy importante, porque explica fenómenos como que ciertas plumas de aves exóticas llegasen a ser más valiosas que el oro en ciertas etapas y áreas geográficas de la América precolombina o que en China la jadeíta sea más valiosa que los diamantes.
Ese «valor extraordinario» es algo cambiante, por tanto. ¿Un ejemplo? Algunas gemas fueron muy valiosas hasta que se descubrieron grandes yacimientos y su valor cayó en picado. ¿Otro ejemplo? Una joya de la firma Masriera del S. XIX suele adjudicarse por un precio mucho mayor en Inglaterra que en España. Además, y conectando todo esto con una de las ideas expuestas al inicio de este texto, existe una dimensión subjetiva y otra objetiva. Por ejemplo, un solitario de platino con un diamante de 2 quilates tiene un valor extraordinario para su destinataria, pero sigue teniendo valor, aunque sea menor, para cualquier otra persona (por el acuerdo social que se traduce en que el platino y los diamantes son materiales con un valor por sí mismos, aunque su cotización esté sujeta a fluctuaciones).
Una puntualización: el valor extraordinario de un material puede deberse a su propia naturaleza (una pepita de oro) o a un proceso de transformación al que ha sido sometido. Por ejemplo, un tarro de vidrio es una cosa y un collar de cuentas de cristal de Bohemia otra muy distinta, aunque el material sea el mismo. ¿Otro ejemplo? Uno evidente, una gema tallada suele tener más valor que una gema de las mismas características en bruto. La realidad es que todo el mundo identifica una corona de laurel manufacturada en oro como una joya, pero si esa misma corona está hecha en hielo o con la planta que le da nombre… la cosa cambia. El material importa.
Mi sensación personal es que en la España de hoy existe un consenso en relación al concepto de joya: «ornamento corporal fabricado con metales preciosos y gemas». ¿Podría cambiar en el futuro? Podría. O no. ¿Tiene sentido combinar otros materiales con los anteriores? Algunos se admiten, no cabe duda, pero no todos tienen la misma aceptación. Incluso existen algunos materiales que se han asimilado a los anteriores (pensemos en las alianzas de titanio, por ejemplo). ¿Es posible encontrar excepciones? Por supuesto, pero… ¿van más allá de la marginalidad?
¿Qué ha diferenciado tradicionalmente a la joyería de la bisutería?
Desde mi punto de vista hay dos nombres propios que son ineludibles al abordar esta cuestión.
Francia, 1804. Napoleón Bonaparte se convierte en emperador y la grandeur de la corte gala deslumbra a propios y extraños. La joyería brilla más que nunca gracias a la recuperación de técnicas olvidadas (el camafeo revive) y el perfeccionamiento de formatos de siempre (los aderezos -conjuntos de piezas con el mismo diseño- alcanzan una nueva dimensión).
Como es evidente, lucir las mejores galas no está al alcance de todos los bolsillos, sobre todo cuando la abundancia de compromisos sociales exige renovación constante. La demanda de réplicas se dispara y los joyeros que optan por trabajar con materiales baratos para imitar las joyas “de verdad” reciben el nombre de bijoutiers (en contraposición a los joailliers, que trabajan con materiales preciosos). Los bijoutiers aplican las mismas técnicas que los joyeros que trabajan con las materias primas más selectas, empleando materiales menos costosos para crear imitaciones. Como es evidente, nadie que se pueda permitir joyas genuinas va a lucir joyas “de segunda”: sería un descrédito inasumible. No es que las imitaciones sean nada inédito en el mundo de la joyería, pero tal pujanza no tiene precedentes.
Sin movernos de Francia, demos un salto en el tiempo a los felices años veinte. El diseñador de moda Paul Poiret introduce bisutería en sus colecciones y levanta gran revuelo, pero es Gabrielle “Coco” Chanel la que abre la caja de Pandora con sus collares de perlas falsas, combinándolos sin recato con collares de perlas naturales. Defiende que disponer de una amplia variedad de piezas de bisutería ofrece mucha más versatilidad para el estilismo femenino que contar con unas cuantas piezas de alto valor y la bisutería pasa de artículo vergonzante a producto que puede lucirse con orgullo y que está, además, tanto al alcance de las clases más pudientes como de las clases medias… de hecho, las personas adineradas evitaban vestir artículos muy caros/ostentosos en público y , sin embargo, podían ponerse su bisutería con total tranquilidad. Toda una ventaja.
Hasta hace no tantos años la línea divisoria entre la bisutería y la joyería estaba marcada con total nitidez: la primera era una imitación barata de la segunda, un mero accesorio de temporada. Hoy en día la distinción no es tan clara y podemos toparnos con piezas de bisutería que presentan precios más elevados que piezas de joyería tradicional, ya que entran en juego los atributos intangibles de los productos que se “materializan” en marcas. De igual forma que no es lo mismo un solitario anónimo que un solitario de Tiffany & Co, no es lo mismo una joyita sin pedigrí que una pieza de “alta bisutería” de Anton Heunis o Andrés Gallardo.
Llegados a este punto surge una pregunta más a considerar: ¿qué ocurre cuando combinamos materiales preciosos con materiales no preciosos, nos encontramos ante joyería o bisutería? Tres criterios básicos a continuación:
- La forma en que han sido producidas (fabricación industrializada en el caso de la bisutería).
- Su composición, considerando la proporción de cada material. Por eso una pieza de latón con un baño de oro no se considera una joya, ya que la cantidad de metal precioso es insignificante en comparación con el resto de materiales no preciosos y su finalidad principal es, además, “enmascarar” la materia prima principal.
- Su durabilidad/calidad, ya que la bisutería es un complemento de moda diseñado para tener una vida útil corta.
La realidad es que establecer fronteras no siempre resulta sencillo… recordemos que el reputado arquitecto Frank Gehry ha diseñado joyería de cemento (y plata) para Tiffany & Co, que una marca de alta joyería como Hemmerle es conocida por su irreverencia, trabajando sin pudor con metales como el aluminio, o que gran parte de las firmas de alta joyería cuentan con piezas “experimentales”… por ejemplo, podéis buscar la pulsera de Piaget que incluye la piel entre sus materiales (resultado de su colaboración con Nelly Saunier), la colección «Woodworks» de David Webb (con maderas), las piezas de «porcelana indestructible» de Wallace Chan, la colección «Nature Triomphante» de Boucheron (con pétalos de flores) o la colección “Red Carpet 2018” de Chopard (que incluye un collar con plumas de avestruz). ¿Qué tienen en común las piezas mencionadas? Que combinan los materiales menos habituales con los materiales preciosos clásicos y, cómo no, son fruto de una manufactura exquisita.
¿Ya no existen diferencias entre joyería y bisutería?
Dicho todo lo anterior (que no es poco), me gustaría plantear algunas cuestiones.
¿De verdad ya no existe ninguna diferencia entre joyería y bisutería? ¿Cuáles son las implicaciones de algo así? ¿Todo vale?
¿Se respeta lo que establece la legislación en vigor acerca de lo que puede ser denominado «joya»? De hecho, podemos hilar más fino… ¿las malas prácticas son un problema para la industria y para los consumidores? Me estoy refiriendo, por ejemplo, a descripciones que inducen a la confusión, por no decir que tienen intención fraudulenta, como hablar de un «anillo de oro» cuando se trata de un anillo con un baño de oro. Por desgracia, son comportamientos extendidos que vulneran la regulación que existe sobre esta materia.
¿Debemos actuar desde el sector para reconducir la situación? ¿Qué podemos hacer? Seguro que las organizaciones de representación colectiva tienen mucho que decir sobre todo esto (pero necesitan nuestra involucración, claro). A priori, ¿qué tal suena incidir en la divulgación las buenas prácticas y combatir la competencia desleal? Dentro y fuera del sector, como es natural.
La realidad es que si cualquier cosa se considera una joya, si todo se convierte en una joya… nada es ya una joya, ¿no te parece? Me interesa mucho saber qué piensas sobre esto (y si tu mercado no es el español, sería interesante saber si esto te afecta también). Leo atentamente todos los comentarios y respondo siempre cuando tengo algo que aportar; si compartes tus reflexiones bajo estas líneas, en el espacio habilitado para los comentarios, todos aprenderemos.
Por cierto, si esto te ha parecido interesante y aún no te has sumado a los cientos de profesionales de la industria de la joyería que ya reciben nuestro boletín gratuito, estás tardando en hacerlo. Suscríbete ahora: newsletter de 925lab.
Ricardo gaviria vieco dice
Pienso que una de las ideas más relevantes para que una pieza sea considerada como joya es “su rareza” y así podría ser elaborada con materiales no tan preciosos, pero si es hecha con materiales preciosos ya no necesita ser tan escasa, como ocurre con la joyería que no cuenta con marcas de renombre pero si es de metales costosos( no todos las pueden adquirir)
Teresita dice
Muy interesante, de hecho mi tesis de grado fue sobre la llamada «joyería contemporanea», hay muchos criterios que me parecen totalmente acertados y esto incluye el uso de otros materiales que inducen a la experimentación en el campo de lo que llamamos «joyería».
El valor simbólico que una pieza puede proveer a su cliente así como la diferenciación que les puede aportar en un grupo social a mi entender son también elementos vitales en la concepción de lo que es una «joya».
Por otra parte me gustó mucho el análisis de la «relatividad» de los materiales dentro del campo de la joyería, dependiendo de la región, época, sentimientos, creencias, entre otros factores los materiales tendrán más valor que en otros.
Sin dudas dilucidar que es joya y que no lo es en esta época contemporánea puede volverse cada vez más complejo, en especial para las personas que no son parte de este campo.
Paola Duque dice
A los que trabajamos también desde el sector de la artesanía, las normas para poder vender nuestros productos y obtener el carnet nos mantienen claros los límites entre uno y otro. Metales nobles y piedras preciosas o semipreciosas.
Es importante que a través de un trabajo minucioso, podamos comunicar a nuestros clientes exactamente lo que están comprando en todo momento, y al mismo tiempo permitirnos jugar con la creatividad sin límites de materiales, ni formas, ni procesos. Pero repito, siempre desde la honestidad y la comunicación transparente con nuestros colegas y consumidores.
María Aceros dice
Estoy de acuerdo que no solo lo costoso sea joya , sino todo que pueda adornar el cuerpo,marca la diferencia es una joya esos collares hermoso de cuero.coral.piedras. fique eso es una joya y única , sin moldes , en total única joya